Si me vieras acá, escuchando esto, no llorarías, no te asustarías, no te conmoverías: tu espalda se transformaría en roca, en montaña, en la montaña que nos flanqueba cuando eras tan extrañamente bella que no lo eras. Serías roca, como sos roca ahora, en el viento, en las hojas, en los rígidos muros y en la suave humedad que nos sostiene estos días de verano. Roca como la vida que no es mía, siendo mi cuerpo quién la vive, siendo yo mismo quien la mantiene; entendiendo dentro del cráneo, que no hay condición que pueda contra la voluntad, pero sintiendo montañas: al frente, atrás, y en los rabillos de los ojos. Roca como ese cielo, roca como el infierno, roca como todo lo que me queda por decidir, como todo lo que en mis manos puede arder en ascuas y ser espada, estaca, o cincel; como todo lo que en ellas puede ser polvo y cada vez más roca, junto conmigo y mis dedos, mis brazos, mis hombros, mis intestinos, corazón... y hasta el último suspiro, roca suspirada. Roca en mis recuerdos, roca en mis fantasías, pero brisa en mi pecho. ¿Cómo supiste que iba a escribir esto? Ah, cierto. No lo sabés. Si lo supieras serías roca, espalda, celda, Muerte. Voy a llamar a tu casa para saber si te convertiste en roca, quizás entonces me convierta en brisa. Quizás siendo brisa pueda acariciarte para siempre, volando suavemente alrededor de tu épica aspereza, desde el verdor vital de tus valles hasta la pureza cenital de tus cumbres nevadas.Áspera, Vital, Cenital.Serías roca. Pero no llamé. Serías roca pero no me ves. Sos exactamente aire, el aire que flota pesadamente entre espejos adentro de este globo de hueso que se sostiene en el tiempo y sus promesas, las promesas que siempre parecen haber sido espejos. A mi nunca me prometió recordar, sin embargo es lo único que cumplió. ¿Qué hay ahora en el aire? Espejos de colores, y el oro que se lo lleve el tiempo a ese lugar de dónde él viene, siempre lo devuelve a los mejores. Pero quizás te lo devuelva a vos; el sol de oro quizás era tuyo, si en los espejos puedo ver tu sonrisa cenital, los ojos áureos, esmeraldas bañadas en miel, incrustadas en tu rostro cándido; todavía se reflejan los rayos ígneos que quemaron todo, que me vaciaron debajo de la piel y el Dr. Tiempo sigue contando cenizas con sarcasmo. Cenizas detrás de la montaña, quizás. Quizás roca gris, pero... quizás, (¡Esperanza venenosa!),.. quizás en un grano de arena, tu velo dorado sobre nuestras bocas sedientas en el firmamento..
¿Y el robot quién más? La montaña.
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