Por Gonzalo Seid
La marginalidad puede considerarse como el mayor problema social de la actualidad y esto ya sea desde un punto de vista más bien conservador preocupado por la amenaza a la seguridad que la población marginal significa para el resto de la población o desde una perspectiva que atienda al deterioro de la dignidad humana que implican las condiciones de vida de la población indigente. En términos del sistema económico se trata de una población excedente despojada de las capacidades productivas que se requieren para vender su fuerza de trabajo en el mercado y por ello con muy escasos recursos para el consumo. La alta tasa de natalidad de esta población potencia el problema tanto en lo numérico por el aumento en la cantidad de individuos que vivirán en esta situación de extrema pobreza como en términos de calidad de vida puesto que serán mayores los gastos necesarios para sostener familias más numerosas, no habiendo una contrapartida de ingresos proporcional al aumento demográfico por tratarse justamente de sujetos con una capacidad productiva de su trabajo muy deteriorada por la marginalidad -desde desnutrición y adicciones hasta falta de conocimientos y experiencia laboral-.La situación de marginalidad se vuelve aún más opresiva en el caso de las mujeres madres de familias numerosas. La marginalidad, el patriarcado y la falta de una política eficaz de salud reproductiva condenan a estas mujeres a la opresión que significa la gestación y crianza de su numerosa prole sin contar con los medios económicos básicos para ello. Una política de salud reproductiva que apunte a reducir significativamente los niveles de natalidad en esta población lograría reducir el número de individuos marginales, mejorar la situación de carencia dado que se requerirían menores gastos para el sustento de estas familias y un alivio en la situación de opresión reforzada de las madres marginales.Fuertes campañas de concientización y educación sobre métodos anticonceptivos y programas de planificación familiar así como un acceso fácil y gratuito a preservativos, píldoras y dispositivos intrauterinos se vuelven fundamentales para regular la natalidad de la población marginal cuya situación se agrava al ritmo de su crecimiento demográfico. Pero el punto central es la urgente necesidad de legalización y acceso gratuito al aborto para acabar con la desigualdad que significa que esta intervención sea practicada sin riesgos por los sectores sociales que pueden pagarla para que se realice en condiciones adecuadas de higiene y con profesionales idóneos mientras que los que no cuentan con recursos para ello -que por otra parte son quienes más necesitan evitar embarazos para no profundizar su situación de carencia- se ven imposibilitados de acceder a esta intervención o si lo hacen es poniendo en riesgo la salud y la vida de las mujeres.
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