jueves, 14 de enero de 2010

Un nuevo feriado

Por Sol Carabetta

Un nuevo feriado, gris y lento (como me resultan todos desde que perdí la inspiración) nos llevo nuevamente a la casa de papa. Allí estábamos todos, con esa exasperante puntualidad taladrando en lo más profundo. Mi hermana y su novio, vestidos prácticamente de fiesta, con ese aire de pareja feliz que los desdibuja. Mi hermano mayor, vigilando con cautela a cada segundo su reloj, como si su auto importado no pudiera llevarlo en minutos al aeropuerto para viajar con su mujer de vuelta a su casa en Alemania.
Una ráfaga de viento me enreda el pelo, parece que el cielo quisiera despejar, pero la irrupción de mi hermanito, que se decidió a madurar muy rápido, me distrae del cielo para ocuparme de los papeles que arrastra. Panfletos en los que se indica la elección de una carrera universitaria como único medio de ser útil a la sociedad. A veces me cuesta creer que son las mismas personas con las que de chica compartí tantos juegos. Aun siendo mayor, no me importaba dejar volar la imaginación un poco para ser el monstruo secuestrador de bebes y correr por todo el patio a mi hermanito, que dejaba escapar esa risa indescriptiblemente contagiosa. Hoy miro alrededor y veo en lo que nos hemos convertido, mi hermano un importante diseñador de motores en las más prestigiosas marcas alemanas. Me hermana una licenciada en psicología que supo ganarse su buena reputación. Mi pequeño hermanito, un brillante alumno debatiéndose entre la carrera de ingeniería o arquitectura. Y por ultimo yo, una marejada constante de ideas, sensaciones e impulsos.
A veces no sé si soy yo o si es el tiempo el que se empeña en mostrarme cuanto cambia una situación en distintos momentos de la vida. ¿Cómo puede ser que todo lo que nos unía, hoy lo recordamos de manera distinta? Es que a decir verdad ¿Cuál de todos es el reflejo más fiel de esa realidad? Sé que mis ideales no cambiaron, sé que mi jean sigue tan roto como lo usaba a los 16. Sé que cumplo con cada viaje que me lleve a un nuevo conocimiento aunque esto tan solo me aleje de buenas posibilidades laborales, como opina mi papa. Se con certeza que la sociedad y sus porqués, han sido desde siempre mi pasión, pero no entiendo porque mi inspiración parece esquivarme desde que estas reuniones comenzaron a pautarse. Siempre acorde a los horarios de mis hermanos mayores, quienes pasan la mayoría del tiempo hablando por teléfono con personas que jamás he visto.
Entre más lo pienso más sentido encuentro a una nueva posibilidad que he estado barajando. De pronto, siento que la inspiración y fuerza que impulsaba mi carrera estaba fuertemente ligada a la inocencia que mantenía viva en mi la esperanza del cambio. Esa inocencia que por mucho iba ligada a mi infancia y a la sensación de felicidad que sentía con cada nuevo descubrimiento. Pero una vez más el tiempo me había enfrentado con el cambio, quienes compartían esos recuerdos conmigo parecían ignorarlos. Era el verlos tan alejados del pasado lo que me hacia alejarme a mi del mismo. Me despabilo de mi pensamiento la potente voz de papa que hablaba de su última inversión en náutica, que le permitía viajar a mayor velocidad y con grandes comodidades. Aunque amo a mi papa, nada de esto me interesa ni es lo que me une a él. Vuelvo sobre mí y pienso otra vez en esa conexión perdida con mis hermanos. Me angustia pensar en lo que implica perder esa conexión, y más aun mis recuerdos de la infancia.
Se como acercarme a mi hermanito que, aunque hoy por hoy cuadra en los libros, es por dentro un hippie cabizbajo. Converso con el de música, bandas en común, ritmos populares y no tanto, otros estilos de vida y se me dibuja una sonrisa al comprender que entendió a que quiero llegar y me trae una foto de un día soleado en el que estábamos tirados en el pasto jugando. El no debía tener más de 4, ni yo más de 18. En nuestras miradas cómplices se nota la nueva unión y eso me alcanza, siento que debo continuar intentando el acercamiento con mis hermanos. Por lo cual me acerco a mi hermana para susurrarle al oído 3 palabras que la harán reaccionar "punto y coma". Una sonrisa resalta en su cara, al tiempo que aprieta la mano del "punto" hoy por hoy sentado a su lado, y me recuerda que la "coma" otra vez le pidió mi número. En este punto se desatan la risa y el aluvión de recuerdos que restablece la conexión. Es increíble la sensación que invade mi pecho al volver en ese momento 10 o 12 años atrás, donde en el mismo lugar inventábamos nuevas historias y distintas heridas que cicatrizarían.
Me levanto decidida a conseguir mi última conexión y quizá la más poderosa, la que más se une a mi infancia. Mi hermano se ha convertido en un hombre duro, pero esto no me detiene en mi tarea, ya que estoy segura que seremos 2 los que ganaremos. Comienzo por hablarle de temas triviales que no nos llevan a ningún lado. Intento rememorar cosas de la adolescencia que con trabajo consigue recordar. Por último indago sobre un juego infantil muy peculiar que compartíamos.
Se llamaba la selva y consistía en voltear colchones, colgar las sabanas y los peluches de apariencia animal, hacer caminos con las almohadas y apropiarnos de un cuchillito de juguete y una linterna que nos servían cuando en la selva se ponía el sol. Un atardecer que solo consistía en ir bajando la persiana gradualmente hasta oscurecer por completo la habitación. El más grande desafío de ese juego, era lograr capturar a cualquier familiar que irrumpiese en la fantasía, por considerarlo un animal salvaje y peligroso. Voy dando pistas a mi hermano para captar sus recuerdos, pero esto no sucede y va negándose a mi dialogo contrarrestándome todo con respuestas poco relativas. Después de 6 intentos, me siento bastante desalentada y me levanto abriéndome paso a mi habitación como modo de consuelo. Y me sorprende lo que veo, sobre un estante el cuchillo de juguete amenaza con devolverme la inspiración. Sin dudarlo lo tomo.
(Afuera)
¿y tú hermana? – papa.
No sé, se fue enojada conmigo. Voy a buscarla. – hermano.
(Después de 10 minutos se escuchan gritos y toda la familia entra preocupada)
"¿¿ qué paso??" pregunta mi papa. Y con una sonrisa le respondo: "recupere mi inspiración", al tiempo que ayudo a mi feliz hermano a acomodar los colchones, las sabanas, almohadas y peluches, y meto en mi bolsillo el pequeño cuchillito.

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