martes, 30 de marzo de 2010

martes, 23 de marzo de 2010

Los precios suben, las dudas quedan

Por Ibel Carri
A la sociedad moderna le gusta lo explícito y gráfico. No tienen demasiado tiempo para analizar imágenes que tengan mucho contenido, ni tienen tiempo para leer textos que tengan algún tipo de connotación, idea implícita, doble sentido o frase estimulante.
No hay tiempo para elegir un objeto de amor, por eso compran el objeto de amor que vende Marcelo Tinelli, ese que tiene el culo perfecto.
No hay tiempo para respirar, por eso fumamos, y no hay tiempo para fumar, porque si no nos tragamos el humo bien tragado se consume el cigarrillo sin que hayamos saboreado absolutamente todo el cáncer, lo que implica que perdimos dinero en comprar ese atado. Plata quemada, y sin placer ¡Que escándalo!
La plata [Editar] es un elemento químico de número atómico 47 situado en el grupo 1b de la tabla periódica de los elementos. Su símbolo es Ag (procede del latín: argentum). Es un metal de transición blanco, brillante, blando, dúctil, maleable
Disculpen pero no le creo nada a Wikipedia.
Plata, de símbolo Ag, es un elemento metálico blanco y brillante que conduce el calor y la electricidad mejor que ningún otro metal. Es uno de los elementos de transición del sistema periódico. Su número atómico es 47. Microsoft ® Encarta ® 2008. © 1993-2007 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

Qué interesante. Los señores de Microsoft se avivaron de lo que no podían decir lo que los pelotudos escribieron en Wikipedia: “Ag (procede del latín: argentum)”.
Escribir eso significa meter el dedo en la llaga de América Latina. Los señores españoles que vivieron durante la etapa de Pedro de Mendoza venían buscando platita. El nombre Argentina viene de Plata. Y si el lector inexistente de este texto tiene la delicadeza de tomarse el tiempo para buscar algo implícito en las palabras, se dará cuenta que quiere decir “Platita que se llevaron”. Sería fantástico que solo se hubieran llevado plata. Se llevaron plata, oro, cobre, bronce, carbón, tierras. Todos objetos prescindibles. El pecado: se llevaron cultura. El pecado imperdonable hasta por el mismísimo piadoso Dios Cristiano de las misiones: la mataron. ¡Un completo desperdicio!
Plata Argentina:

Un paquete de Viceroy de diez. Bartolomé Mitre, forro conservador. Un forro que se cogió a la Argentina con cuidado.

Un paquete de preservativos / El pancho y una gaseosa cola marca Pirulo. José de San Martín. No tengo mucho que decir acerca de este hombre en este momento, pero gracias a él, al sargento Cabral, a los granaderos a caballo y a la inoperancia del ejército español se escribió la mejor canción patria de la historia, La Marcha de San Lorenzo. Después de haber agotado todos los recursos de burla y rebeldía en la canción para Sarmiento con el clásico “Olor y grasitud al chancho hambriento”, no había mayor deleite musical durante la escuela primaria que cantar La Marcha de San Lorenzo. Deberían hacer una versión Punk, y una traducción al inglés.



1kg de yerba mate Cruz de Malta. Manuel Belgrano. Me enamoré de este hombre cuando la profesora de historia me contó que durante el período revolucionario, cuando se estaba debatiendo el modo en que se iba a gobernar nuestro país, este muchacho propuso una monarquía, en la que el rey fuera un cacique Inca. Un limado, pero un genio. Creo que si hubiera vivido en esa época, le hubiera practicado sexo oral, y por supuesto, lo hubiera apoyado en su proyecto.

Entrada a un bar de mala muerte (incluye consumición). Juan Manuel de Rosas. ¿Incluye con-su-misión, con-sumisión o consumición? ¿La misión? Aparentemente poder, y si bien en la época de este señor terrateniente no existía la globalización, la gente padecía el mismo mal… someterse. Finalmente, todos consumidos, por el carisma aplastante de un hombre o de un objeto de consumo.
La verdad es que Rosas no podría haber tenido mejor apellido. Un híbrido incomprendido por la historia, ¿Federal?, ¿Unitario? No sé, ni idea, muchas teorías al respecto, pero la fija es que el nombre le calza bárbaro.
Nótese la numeración del billete que encontré poniendo en google “20p”.

Como tres remeras en once. Domingo Faustino Sarmiento. Si ese hombre en vida tenía la expresión de la imagen del billete, era un mal cogido. Le pasa por facho y nerd. Un sobervio.


Un veinticinco del rico y una birra. Julio Argentino Roca (¿En qué quedamos, de metal o de piedra?). De los personajes de la historia Argentina, en mi opinión, el más asqueroso, repugnante y nauseabundo de todos. Con el cerebro lo suficientemente pequeño como para matar más de 14000 personas para quedarse con sus tierras. Si estuviera vivo le recomendaría algunos libritos de antropología.
Es la joyita. Roca es el más alto. Es el mayor que hay. La demostración de la suprema inmundicia. Este billete es la tácita analogía entre la ambición y la avaricia que suponen los ceros cuando se trata del dinero y lo que la gente es capaz de hacer por alcanzar lo que el dinero supone ser: El Poder.


¿Qué carajo es la Gioconda de cabeza?

Disfruto de pensar, a veces me angustian mis pensamientos, a veces me enorgullecen, pero finalmente, sea la conclusión que sea, cualquiera que sea el final que tenga el período de sesiones mental, concreto o abierto, siento que crezco y eso me llena.
En cuanto a lo emotivo, me considero una persona apasionada y fuerte, lo que me impulsa a crear un mundo mejor.
¿Qué es un mundo mejor? No sé, pues no vivo en él, sin embargo (hablando de lo emocional) lo siento claramente, en mi corazón veo la clara imagen de ese mundo. No pretendo argumentar por qué lo deseo, por qué quiero construirlo. No tengo que dar ese tipo de explicaciones. Lo siento de ese modo y punto.

¿Qué carajo es la Gioconda de cabeza?

Es un estímulo para el pensamiento. Final abierto. Que complete la humanidad ese espacio vacío que hay dentro de todo.
Son las nueve y treinta y dos. ¡Zarpado!

Después de releer este amorfo texto y realizar unas pequeñas correcciones de redacción me di cuenta de que es patético que termine así, de modo que voy a anexar una reflexión.

Yo, la/el peor de todas
“La sociedad actual lejos de contemplar los profundos pensamientos filosóficos de los hombres sabios que con sus teorías y sus palabras plasmaron un mundo ideal hacia el cual apuntar, hombres como Marx, Silo, Ghandi, Luther King, Jesús, Confucio (por nombrar los primeros que asoman en mi cabeza); lejos de oír sus reflexiones sobre los errores pasados para construir un presente mejor, pareciera ser un rejunte de los malos hábitos que, a la hora de estudiar la Historia, la Educación Cívica, la Sociedad y el Estado criticamos.
Durante nuestra niñez, nuestros padres nos hacen hincapié en valores como la honestidad, y nos envían a la escuela dónde nos enseñan una historia Argentina, y nos injertan una identidad patriótica basada en las caras de los hombres que mas adelante, la adquisición del pensamiento crítico nos develaría como errónea, falsa. Hombres de papel moneda corriente, como Roca, destructores de las raíces y enemigos de la vida, como Mitre, opositor enmascarado de la democracia son nuestra primera mentira social. Desde pequeños, nos hacen memorizar el preámbulo de la constitución nacional, como si este fuera la clara expresión de la libertad del pueblo argentino, documento que, si hubiésemos sabido a los 10 años sus verdaderos orígenes, posiblemente hubiéramos cuestionado antes de recitar con caras de placer al jurar nuestra “amada” bandera.
Vamos creciendo con contradicciones y absurdos tales frente a nuestros ojos, que ya no podemos ni ver.
“No corran chicos”, “no se golpeen”, “a la dirección”.
Con la fachada de evitar la violencia física, nos introducen en un sistema de violencia represora, donde no se nos explica el por qué de las decisiones, y esto no es a causa de algún motivo concreto; no se nos enseña por desinterés.
Sometidos por esta fuerza mayor, a quién no interesamos en lo absoluto y no comprendemos porque nos encontramos completamente cegados, caemos en el sistema. (Llamemos sistema a todo aquello que no entendemos pero nos limita, como el dinero, el poder verticalista, las barreras nacionales y la xenofobia, la violencia de género, etc.)
La verdadera diferencia entre nuestra sociedad, y las del pasado que criticamos, o la de nuestros vecinos llamados “violadores de los derechos humanos”, es que se comenten los mismos crímenes, pero con mayor elegancia. El nombre empresario u hombre de negocios, es mucho mejor que el de explotador, llamar a un militar dictador y autoritario, “restaurador” es mucho más poético, decir que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional otorgan créditos a los países para desarrollarse suena mejor que decir que otorgan deudas impagables a países que jamás van a desarrollarse.
Yo, argentina, sudamericana, mujer, vocera de los derechos humanos, humanista, pobre y trabajadora.
Yo, que a veces puedo ver la falla en este mundo corrompido.
Dentro de este mundo, me siento un punto ignorado.
Yo me siento la peor de todas.”

lunes, 15 de marzo de 2010

La cultura, la desilución y el conurbano

Por Marcelo Alejandro Rock

Las calles del conurbano, como de costumbre, estaban sucias. Escenario fatal, desolado y pobre que no vino a modificarse de manera tangible alguna por mí llegada del ciento sesenta. Alejandro Korn queda lejos, mas para sorpresa de lo absurdo aquí estoy: ¡en Temperley!. Mi llegada que carece de triunfalismo, nunca anunciada al lado de grandes presagios es un hecho asquerosamente concreto. La angustia enviste lo concreto, como el alíen se apodera de su victima aflorando por su pecho en medio de caos y desesperación. La angustia, que es un pesado vació del ser. ¡Y el caos y la desesperación, selectivos! Que nunca se apropian de las vidas principales, que matan y carcomen a los indiferentes, como en la película esa en donde una ya sabe más o menos el destino y la dirección de la muerte. ¡Ay muerte! Vector superficial y sin sorpresas, que me asustas a mi y por igual a los oyentes de Radio diez, ¿eres acaso mas que un hecho biológico?...

Mis pasos por la avenida Espora o nosecuanto de julio quizás por el tumulto mental no se escuchan. Las pisadas de a una pasan flotando por la acera, de cuya estética yo acuso una ineficiente manutención municipal. El largo de la avenida, como arteria necesaria para la vida, se pierde en un sinsentido que mis lentes ya sucios me presentan con dificultad. Sigo con los pasos, aparentemente delineando un destino. El viento me rosa, incitador de no se que. Los autos, mayormente antiguos o baratos, pasan cerca de mi y van desapareciendo al tiempo que el semáforo resplandece naranja, naranja, naranja. Sigo por la arteria: no me detiene ninguna contemplación. Ni los chalets que acompañan un baldío de peligrosidad absoluta, ni las señoras de buen vestir que con asco miran a esos negros de mierda que hay que matarlos a todos, ni las bellas escolares que en su vestir desafían no solo el decálogo, sino una miríada de encíclicas papales y otros documentos trascendentales. El camino no se corta mas yo ya he encontrado el signo que buscaba. ¿Qué otra cosa es un signo sino el preludio de lo que uno busca? Por esa razón, le doy la espalda al setenta y nueve de aceptable puntualidad, de igual modo a mi ciento sesenta querido, tan comunista como una síntesis forzada de estandartes trotskistas troqueladamente dispuestos. Le doy la espalda a otras cosas que no conozco o no son relevantes. El sin sentido ostenta jerarquías, “vanida” credenciales.

Se me desató el pelo, la gomita que tenía se mezclo con la humedad de una atmósfera como enrarecida, con aire de chori, con aroma de peatonal.

-¡¿No tené un peso o una monedita amiga?!- Me asalto un discurso en pleno corazón del partido de Lomas de Zamora. La mujer, ¡mugre absoluta!, me miraba fijamente pero sin deseos de asustarme. ¿Asustarme para que? Si entre el ser y la nada media no sino una amargura, un mate mal hecho. Pero me petrifique, pues yo no soy de ninguna manera una tibia receptora del discurso televisivo: asimilo la homogeneidad de los noticieros. La angustia me invade, pero es amable y se va. Ocurre que tiene en mi, patitas flaquitas, no se sostiene: como epíteto fugaz chimentero, como intelectual sesudo que nunca se comió una piba en un boliche de Banfield a las tres y cuarenta y cinco de la mañana.

-¿No tené e, amiguita?- Dijo ella. En una mirada menos contemplativa, verdadera hermeneutica, pude ver que su ropa no era para nada de mala calidad, mas bien su atuendo era de una finura y una extravagancia tan repugnante como alejada de los ideales de la clase trabajadora o pueblo. Solo que venida a menos, como esas mansiones que el tiempo enmoheció y copiosamente abandono a la irracional modificación del espacio. Era bella, pero desgreñada, despeinada con cabellos sucios, opacos, de tez morena, de pelo negro maltratado. Recostada en la vereda, al lado de las revistitas de la iglesia, al lado de bolsas de residuos, de publicaciones que muestran culos y caritas, tenia un pequeño trapito malgastado y agujereado que hacia de mediador entre el suelo frió y gris y el dinero, frió y verde. Esta bien, ¡que va ser! Yo no tenía plata: no pude acrecentar el paupérrimo caudal de esta pobre mujer. La carita de San Martin, de orgullo entristecido y cansado, en vano insistía en la convicción de la libertad y el honor.

Temblorosa, metí la mano límpida y con propiedad errante vacile en las superficialidades del bolsillo trasero de mi pantalón marca cualquiera made in solano en busca de no mas de veinticinco centavos que nunca encontré ni mucho menos di. En el bolsillo de adelante, había una monedita de diez y otra de cinco enchastrada de caramelo Sugus desperdiciado. Por orden de la conciencia, y en contra del deseo le entregue los metálicos. ¡Pobre es la lucha cuando los contrincantes no están convencidos! Aunque si hubiera sido todo lo contrario no hubiese pasado nada. Caminando unos metros mas, distrayéndome con un cartel en un poste de luz como aquel donde “se dictan clases de bateria 1547856482 Diego” el psiquismo limpia las horrendas imágenes. Niega. Niega el hambre, la mísera, al ser en su carnalidad. Borra las imágenes de la vida que son cine noir. El ser es negro. ¡Ay, mi ser!

La voz dulce y triste-mente empobrecida interrumpió mis cavilaciones, y con esto estoy endiosando al entendimiento humano, que detiene el rió y mendiga explicaciones a Parmenides. La voz fue contundente.

-¡No me tengás miedo, por favor, no sea gila!, ¿Vo sabé quien soy yo? ¡Soy la cultura!... Yo antes la pasaba bien, me gustaba usar un vestido viste, bien piola. Me hacia ribetes en mi pelo que es re lindo ves aunque ahora lo tengo sucio porque hace mucho que no me lo lavo. Yo antes era re pilla, ¿entendé? Andaba con los ricachones, iba pa todos lados siempre me trataban como una reina. ¡Me gustaba eso!. Aunque me di cuenta, despue´, que me usaban. Me tenían ahí paradita, tenia que estar ahí. Les quedaba bien. Pero yo por dentro estaba vacía y triste, re amargura loca…

-¡Claro, te entiendo! Es muy duro lo que te paso… pero bueno…ya va a pasar- Dije entrecortadamente. ¡Ya te di la monedita!. Ya le toque la carita a Martincito, el nenito de ropas desgajadas que anda en el Roca y que anuncia descentradamente que “¡te quiero mucho!. ¡Sos mi amor!. De: Para: Por:” No puedo en la inmediatez de un pasar cualquiera salvar al ser que se difumina y va muriendo en la bruma, en el trequeteo del furgón que termina en Glew. Dicen que el éxito personal es movimiento, la interrupción es el fracaso. ¡Hagasmole caso!, que se yo. Ella continuo, mirándome:

-Las “vanguardias” me pedían que me ponga en pelotas, que rote, que cambie la postura pa´ ca y pa´ lla. Me sacaban fotos, me miraban. Estoy segura que también hacían otras cosas, jejejejeje…Ellos me amaban con el corazón y con mi alma me decía el y después me dejaban cuando el momento llegaba. Pura utilidad nomás. ¡Puto!

Ella seguía hablando, y mi concentración que al principio era estéril comenzó a dar sus frutos, como el terror multimedial de la oligarquía siembra la verdad en el humus de la clase media. Cada nueva palabra me excitaba al pensamiento, o a la pena. Sentí una unión, que al principio me asqueo pero que luego acepte como mancomunión destinada.

-Unos antropólogos me hicieron un altar: me admiraban cuando estaba ahí. ¡Son más locos los gato esos! Unos socialistas o sociólogos, algo así, hablaban de mí con altura pero me trataban como una cosa. Me fui espantada. Claro que nunca me obligaron, pero me acerque a ver que onda…y me cabio…

Un silencio bien artificial, de burbuja, nos invadió. Distendida, me acerque a ella mucho mas para absorber su mensaje lo más completamente posible. Para eso el encuentro con sus ojitos extraviados era insoslayable.

-Hasta que un día… un tipo que es muy culto, el gato que habla de libros viste por la tele construyo un refugio y me metió adentro. Me escape y viene a parar acá, al conurbano. Con los pibes y las pibas en su pobreza. Un día un flaco me dijo que yo era muy simbiótica, no se bien que me quiso decir. Lo que si reconozco es que me hago, viste, a donde estoy, al lugar, a la gente, adopto sus maneras de ser viste, soy como flexible…¿me entendé? Conoci a un flaquito: un tal Sartre. No esta muy bueno, igual le doy. Pero ahora, mi corazón esta triste porque este, el Juancito, me agarro por detrás, yo pensé que me iba a coger pero no. Me “arrojo al mundo”. Mejor dicho, me arrojo al conurbano el gato ese. Muchos están de acuerdo con eso, lo aprueban, lo aplauden, por eso estoy acá.

Quería abrazarla, pero la nausea que me causa su presencia mas el asco que me genera mi ser aquí propiamente, en la absurdidad de la periférica de esta tarde oscurecida, me lo impidieron. Y, extasiada de una bipolaridad como elixir suculento, reflexione en verso de este modo:

¡Oh, asquerosa birome!
Que dibujas la civilización.
Con punzante trazo y vomitiva
separación creada e inevitable
humanamente

Como hacen Bob Esponja y Patricio, encontramos el amor en su inmediatez de tantas sonseras proferidas que esconden la potencial verdad del sentido común. Me acerque a su cuerpo y sentí su roce, activándose el aceleramiento de mi corazón enmohecido no se si de alegría o vomitiva compulsión. Tendí hacia ella mi mano pero fue en vano. Ella se compuso solamente después de un giro doble que se inicio en el granito polvoriento y fue majestuoso en el etéreo cielo circundando por negocios y una Unidad Básica. Ya en pie y sin decir nada, me miro con alegría. ¡Se ha transformado mi alma por completo!

Tomadas de la mano, con marcha inconexa y cariñosa, fuimos caminando y dando saltitos. Mi corazón es ya radicalmente otro.

Contra un poste de luz, que presentaba descolorido un póster de Perón y de Evita junto a un Pitrola a medio arrancar, decidir sellar mi impulso amoroso de manera abrupta y violentísima. Le encaje un beso. Un buen beso, de esos que son como de boliche. ¡Las valientes me entenderán! Ella me clavaba los ojitos negros grandes, y yo mas y mas ímpetu irrogaba a mi accionar siempre irrefrenable, siempre mal, poesía a medio hacer, error natural, ultimo golpe a la moral cristiana, ¡pasión radical y peronista a la vez!. Vi sus ojos por nueva vez, extasiados, magnificas lunas encendidas de fuego de Heraclito.

-¿Es que acaso me amas? Pregunte como una tonta. Siempre soy tonta.

Sus labios húmedos nada dijeron. Pero su corazón y el brillo en sus ojos armeños preciosos dicen si. ¡No puede ser de otro modo, estoy segura! Su amor es tan objetivo, como absurdo el paisaje tamizado de violeta como pinceladas sobre nuestra cúpula crepitante de estrellas del cielo conurbano. Ella seguía mirando, con amor y un algo más que nunca jamás podré discernir. ¡El deseo es la peor ideología! Seguía mirándome, y su aliento ningún indicio claro proliferaba. Ay… Barruntar en el amor es absurdo, cuando no imposible.

Nos hemos cansado de caminar. Estamos exhaustas, nos pesamos. Abrazadas y sin saber adonde ir, hemos llegado por obra del azar, del destino, o de la historia hegeliana, a la humilde puertita de un bar aparentemente de reggae aquí en Temperley. No suena mucho reggae. Aparentemente todavía no abrió. Hemos decidido entrar de todas maneras, pues hemos devenido rebeldes. ¡Quiza revolucionarias! No hay nadie aun. De la mano de la cultura puse mis pies en aquel lugar. Una sonrisa brilla imborrable en mi cara de hermosa mujer. Vemos el mate y el termo sobre una mesita que parece cómoda. ¡Ha comenzado la feliz ronda matera! ¡He vuelto a amar!: el amargo-dulce en mis manos así lo atestigua…

martes, 2 de marzo de 2010

Monstruos de jardín

Por Ramiro Gonzalez

Te sentaste ahí. En esa misma silla, en ese mismo rincón.
Las flores que nacen del invierno te esperaban, quietas
E impacientes a la vez.
Renunciaste al té, solo para negar mi ofrecimiento.
Acomodaste la pierna que te molestaba y te desabrochaste tu sobretodo.
Despacio, para cuidar los botones.

Nos separaba una mesa pequeña. De jardín. De metal. Blanca. Fría.
Como la nieve. Como nosotros dos. Como lo que ocurriría.
Hablaste. Me mirabas, parabas y volvías a hablar.
Yo me acomodaba el vestido, el que te gustaba ¿pero para que?
¿Con que sentido? En alguno momento me ibas a dejar de hablar.
De ver, de contarme tu vida y tus obras. En un momento seria inexistente para ti.
Dictarías una cómoda sentencia amorosa que nos satisfaga a los dos.
Intentarías no hacerme sufrir. Todo vivía y moría en el intento.

Los sonidos se mezclaban, al igual que los aromas y las texturas.
Tu voz ronca, cuerdas vocales y cigarro. Y whisky.
Hablabas tranquilo, temblabas por el frío. El frío del jardín y el de los dos.
Me acomode la pulsera, te miraba fijo, queriendo que lo digas ya.
Que no hay vuelta atrás. Que lo nuestro se acabo.
Que en el futuro, cuando veas el río, ya no te acordaras de mi.
Que cuando camines por la calle no trataras de encontrar mi figura.
En la multitud, en un cuarto de hotel, en un jardín.

Terminas de hablar. Ya te hecho de menos. Comienzo a olvidar tu aroma.
Se me mezclan los recuerdos. Todo en un instante.
El instante de una eternidad.
Te levantas y besas mi mano. El viento mece mi vestido floreado. Y las flores
Se entrecruzan con mi vestido.
Dejas el jardín, dejas la casa, dejas el auto, dejas tu ropa. Y te marchas.
Te marchas a buscar la felicidad.
Que no está conmigo. Que yo sé, nunca estuvo.
Yo me levanto de mi silla y tomo la taza. Mi taza, de té, y la llevo a la cocina.
Me cambio de vestido, me maquillo, con tu labial favorito.
Rocío mi cuerpo de un aroma a lilas y madera.
Saco del cajón mis mejores zapatos. Los acomodo muy gentilmente.
Me miro en el espejo, roto a la izquierda. Peino mi cabello, con un cepillo nuevo.
Y me dirijo al río.
El río que vio crecer nuestra pasión, y que vio morir cerca del jardín.
Camino lentamente, las piedras me molestan.
El agua esta helada, clásica para invierno. Comienza a mojarse mi vestido.
Mis manos, mis brazos. Mi cintura. Mi pecho. Mi cabeza.



Ya no hay más ruido
La tranquilidad es total.
Una última imagen tuya me inunda.
Como inunda el agua mis oídos y mi boca.
La imagen no me deja respirar.
El agua tampoco.
Pero por cierta razón,
Me hace feliz y tranquila.