lunes, 15 de marzo de 2010

La cultura, la desilución y el conurbano

Por Marcelo Alejandro Rock

Las calles del conurbano, como de costumbre, estaban sucias. Escenario fatal, desolado y pobre que no vino a modificarse de manera tangible alguna por mí llegada del ciento sesenta. Alejandro Korn queda lejos, mas para sorpresa de lo absurdo aquí estoy: ¡en Temperley!. Mi llegada que carece de triunfalismo, nunca anunciada al lado de grandes presagios es un hecho asquerosamente concreto. La angustia enviste lo concreto, como el alíen se apodera de su victima aflorando por su pecho en medio de caos y desesperación. La angustia, que es un pesado vació del ser. ¡Y el caos y la desesperación, selectivos! Que nunca se apropian de las vidas principales, que matan y carcomen a los indiferentes, como en la película esa en donde una ya sabe más o menos el destino y la dirección de la muerte. ¡Ay muerte! Vector superficial y sin sorpresas, que me asustas a mi y por igual a los oyentes de Radio diez, ¿eres acaso mas que un hecho biológico?...

Mis pasos por la avenida Espora o nosecuanto de julio quizás por el tumulto mental no se escuchan. Las pisadas de a una pasan flotando por la acera, de cuya estética yo acuso una ineficiente manutención municipal. El largo de la avenida, como arteria necesaria para la vida, se pierde en un sinsentido que mis lentes ya sucios me presentan con dificultad. Sigo con los pasos, aparentemente delineando un destino. El viento me rosa, incitador de no se que. Los autos, mayormente antiguos o baratos, pasan cerca de mi y van desapareciendo al tiempo que el semáforo resplandece naranja, naranja, naranja. Sigo por la arteria: no me detiene ninguna contemplación. Ni los chalets que acompañan un baldío de peligrosidad absoluta, ni las señoras de buen vestir que con asco miran a esos negros de mierda que hay que matarlos a todos, ni las bellas escolares que en su vestir desafían no solo el decálogo, sino una miríada de encíclicas papales y otros documentos trascendentales. El camino no se corta mas yo ya he encontrado el signo que buscaba. ¿Qué otra cosa es un signo sino el preludio de lo que uno busca? Por esa razón, le doy la espalda al setenta y nueve de aceptable puntualidad, de igual modo a mi ciento sesenta querido, tan comunista como una síntesis forzada de estandartes trotskistas troqueladamente dispuestos. Le doy la espalda a otras cosas que no conozco o no son relevantes. El sin sentido ostenta jerarquías, “vanida” credenciales.

Se me desató el pelo, la gomita que tenía se mezclo con la humedad de una atmósfera como enrarecida, con aire de chori, con aroma de peatonal.

-¡¿No tené un peso o una monedita amiga?!- Me asalto un discurso en pleno corazón del partido de Lomas de Zamora. La mujer, ¡mugre absoluta!, me miraba fijamente pero sin deseos de asustarme. ¿Asustarme para que? Si entre el ser y la nada media no sino una amargura, un mate mal hecho. Pero me petrifique, pues yo no soy de ninguna manera una tibia receptora del discurso televisivo: asimilo la homogeneidad de los noticieros. La angustia me invade, pero es amable y se va. Ocurre que tiene en mi, patitas flaquitas, no se sostiene: como epíteto fugaz chimentero, como intelectual sesudo que nunca se comió una piba en un boliche de Banfield a las tres y cuarenta y cinco de la mañana.

-¿No tené e, amiguita?- Dijo ella. En una mirada menos contemplativa, verdadera hermeneutica, pude ver que su ropa no era para nada de mala calidad, mas bien su atuendo era de una finura y una extravagancia tan repugnante como alejada de los ideales de la clase trabajadora o pueblo. Solo que venida a menos, como esas mansiones que el tiempo enmoheció y copiosamente abandono a la irracional modificación del espacio. Era bella, pero desgreñada, despeinada con cabellos sucios, opacos, de tez morena, de pelo negro maltratado. Recostada en la vereda, al lado de las revistitas de la iglesia, al lado de bolsas de residuos, de publicaciones que muestran culos y caritas, tenia un pequeño trapito malgastado y agujereado que hacia de mediador entre el suelo frió y gris y el dinero, frió y verde. Esta bien, ¡que va ser! Yo no tenía plata: no pude acrecentar el paupérrimo caudal de esta pobre mujer. La carita de San Martin, de orgullo entristecido y cansado, en vano insistía en la convicción de la libertad y el honor.

Temblorosa, metí la mano límpida y con propiedad errante vacile en las superficialidades del bolsillo trasero de mi pantalón marca cualquiera made in solano en busca de no mas de veinticinco centavos que nunca encontré ni mucho menos di. En el bolsillo de adelante, había una monedita de diez y otra de cinco enchastrada de caramelo Sugus desperdiciado. Por orden de la conciencia, y en contra del deseo le entregue los metálicos. ¡Pobre es la lucha cuando los contrincantes no están convencidos! Aunque si hubiera sido todo lo contrario no hubiese pasado nada. Caminando unos metros mas, distrayéndome con un cartel en un poste de luz como aquel donde “se dictan clases de bateria 1547856482 Diego” el psiquismo limpia las horrendas imágenes. Niega. Niega el hambre, la mísera, al ser en su carnalidad. Borra las imágenes de la vida que son cine noir. El ser es negro. ¡Ay, mi ser!

La voz dulce y triste-mente empobrecida interrumpió mis cavilaciones, y con esto estoy endiosando al entendimiento humano, que detiene el rió y mendiga explicaciones a Parmenides. La voz fue contundente.

-¡No me tengás miedo, por favor, no sea gila!, ¿Vo sabé quien soy yo? ¡Soy la cultura!... Yo antes la pasaba bien, me gustaba usar un vestido viste, bien piola. Me hacia ribetes en mi pelo que es re lindo ves aunque ahora lo tengo sucio porque hace mucho que no me lo lavo. Yo antes era re pilla, ¿entendé? Andaba con los ricachones, iba pa todos lados siempre me trataban como una reina. ¡Me gustaba eso!. Aunque me di cuenta, despue´, que me usaban. Me tenían ahí paradita, tenia que estar ahí. Les quedaba bien. Pero yo por dentro estaba vacía y triste, re amargura loca…

-¡Claro, te entiendo! Es muy duro lo que te paso… pero bueno…ya va a pasar- Dije entrecortadamente. ¡Ya te di la monedita!. Ya le toque la carita a Martincito, el nenito de ropas desgajadas que anda en el Roca y que anuncia descentradamente que “¡te quiero mucho!. ¡Sos mi amor!. De: Para: Por:” No puedo en la inmediatez de un pasar cualquiera salvar al ser que se difumina y va muriendo en la bruma, en el trequeteo del furgón que termina en Glew. Dicen que el éxito personal es movimiento, la interrupción es el fracaso. ¡Hagasmole caso!, que se yo. Ella continuo, mirándome:

-Las “vanguardias” me pedían que me ponga en pelotas, que rote, que cambie la postura pa´ ca y pa´ lla. Me sacaban fotos, me miraban. Estoy segura que también hacían otras cosas, jejejejeje…Ellos me amaban con el corazón y con mi alma me decía el y después me dejaban cuando el momento llegaba. Pura utilidad nomás. ¡Puto!

Ella seguía hablando, y mi concentración que al principio era estéril comenzó a dar sus frutos, como el terror multimedial de la oligarquía siembra la verdad en el humus de la clase media. Cada nueva palabra me excitaba al pensamiento, o a la pena. Sentí una unión, que al principio me asqueo pero que luego acepte como mancomunión destinada.

-Unos antropólogos me hicieron un altar: me admiraban cuando estaba ahí. ¡Son más locos los gato esos! Unos socialistas o sociólogos, algo así, hablaban de mí con altura pero me trataban como una cosa. Me fui espantada. Claro que nunca me obligaron, pero me acerque a ver que onda…y me cabio…

Un silencio bien artificial, de burbuja, nos invadió. Distendida, me acerque a ella mucho mas para absorber su mensaje lo más completamente posible. Para eso el encuentro con sus ojitos extraviados era insoslayable.

-Hasta que un día… un tipo que es muy culto, el gato que habla de libros viste por la tele construyo un refugio y me metió adentro. Me escape y viene a parar acá, al conurbano. Con los pibes y las pibas en su pobreza. Un día un flaco me dijo que yo era muy simbiótica, no se bien que me quiso decir. Lo que si reconozco es que me hago, viste, a donde estoy, al lugar, a la gente, adopto sus maneras de ser viste, soy como flexible…¿me entendé? Conoci a un flaquito: un tal Sartre. No esta muy bueno, igual le doy. Pero ahora, mi corazón esta triste porque este, el Juancito, me agarro por detrás, yo pensé que me iba a coger pero no. Me “arrojo al mundo”. Mejor dicho, me arrojo al conurbano el gato ese. Muchos están de acuerdo con eso, lo aprueban, lo aplauden, por eso estoy acá.

Quería abrazarla, pero la nausea que me causa su presencia mas el asco que me genera mi ser aquí propiamente, en la absurdidad de la periférica de esta tarde oscurecida, me lo impidieron. Y, extasiada de una bipolaridad como elixir suculento, reflexione en verso de este modo:

¡Oh, asquerosa birome!
Que dibujas la civilización.
Con punzante trazo y vomitiva
separación creada e inevitable
humanamente

Como hacen Bob Esponja y Patricio, encontramos el amor en su inmediatez de tantas sonseras proferidas que esconden la potencial verdad del sentido común. Me acerque a su cuerpo y sentí su roce, activándose el aceleramiento de mi corazón enmohecido no se si de alegría o vomitiva compulsión. Tendí hacia ella mi mano pero fue en vano. Ella se compuso solamente después de un giro doble que se inicio en el granito polvoriento y fue majestuoso en el etéreo cielo circundando por negocios y una Unidad Básica. Ya en pie y sin decir nada, me miro con alegría. ¡Se ha transformado mi alma por completo!

Tomadas de la mano, con marcha inconexa y cariñosa, fuimos caminando y dando saltitos. Mi corazón es ya radicalmente otro.

Contra un poste de luz, que presentaba descolorido un póster de Perón y de Evita junto a un Pitrola a medio arrancar, decidir sellar mi impulso amoroso de manera abrupta y violentísima. Le encaje un beso. Un buen beso, de esos que son como de boliche. ¡Las valientes me entenderán! Ella me clavaba los ojitos negros grandes, y yo mas y mas ímpetu irrogaba a mi accionar siempre irrefrenable, siempre mal, poesía a medio hacer, error natural, ultimo golpe a la moral cristiana, ¡pasión radical y peronista a la vez!. Vi sus ojos por nueva vez, extasiados, magnificas lunas encendidas de fuego de Heraclito.

-¿Es que acaso me amas? Pregunte como una tonta. Siempre soy tonta.

Sus labios húmedos nada dijeron. Pero su corazón y el brillo en sus ojos armeños preciosos dicen si. ¡No puede ser de otro modo, estoy segura! Su amor es tan objetivo, como absurdo el paisaje tamizado de violeta como pinceladas sobre nuestra cúpula crepitante de estrellas del cielo conurbano. Ella seguía mirando, con amor y un algo más que nunca jamás podré discernir. ¡El deseo es la peor ideología! Seguía mirándome, y su aliento ningún indicio claro proliferaba. Ay… Barruntar en el amor es absurdo, cuando no imposible.

Nos hemos cansado de caminar. Estamos exhaustas, nos pesamos. Abrazadas y sin saber adonde ir, hemos llegado por obra del azar, del destino, o de la historia hegeliana, a la humilde puertita de un bar aparentemente de reggae aquí en Temperley. No suena mucho reggae. Aparentemente todavía no abrió. Hemos decidido entrar de todas maneras, pues hemos devenido rebeldes. ¡Quiza revolucionarias! No hay nadie aun. De la mano de la cultura puse mis pies en aquel lugar. Una sonrisa brilla imborrable en mi cara de hermosa mujer. Vemos el mate y el termo sobre una mesita que parece cómoda. ¡Ha comenzado la feliz ronda matera! ¡He vuelto a amar!: el amargo-dulce en mis manos así lo atestigua…

2 comentarios:

  1. esta buenisimo marce!!

    che te mande 2 txtos por mail y publique e mi blog lo del inicio de las clases por ahi podes hacer un post similar con la dta de los talleres.

    abrazo hermano!

    Dami


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